LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL
Diseño del cartel, pressbook y piezas promocionales para la película La educación sentimental del director Jorge Juárez.
UN PANFLETO
Un fantasma recorre el cine español. Ese espectro nos constituye; es el fuera de campo del cine español.
Esta película intenta, de alguna manera, hacerse cargo de ese “fuera de”. Intenta poner un primer mimbre para empezar a pensar lo que nos ha pasado. ¿Está el cine español dando la espalda a España? ¿Dónde queda España? ¿Cómo realizar un tratamiento indirecto -y, por tanto, el más verdadero- de aquello que vivimos? ¿Está el cine demasiado lejos? ¿O, precisamente, porque no habla de ello, lo hace bien?
El arte es el condensado de lo que queremos hablar y, sobre todo, de lo que no queremos hablar. Entre ese más allá y ese más acá de los contenidos deberíamos colocarnos. Es posible que, en ese sentido, el arte español, el cine español, esté haciendo, precisamente, lo que tiene que hacer. Pero aun así, no deja de resonar en nuestra cabeza que tal vez haya un espectro recorriendo ese cine: alejado hasta lo irresponsable, hasta lo reprochable.
No estamos diciendo, sin embargo, que hubiera que realizar un tratamiento que obligara a mirar directamente al objeto. Pero sí significa que hay que hablar, creemos, de la vida en el fin del régimen.
Nos hemos educado y hemos entrado así en la vida adulta. Nos hemos educado y hemos amado en este collage de invectivas tempranas y llegadas tardías. Nos hemos educado en la promesa y en la resignación, en los finales y en el destino que ha pasado ya. Hay que hablar de ese cambio de espacio. De esa falta de «por delante».
Nuestra vida se ejecuta entre nosotros y lo que ocurre a treinta centímetros. Lo más lejano nos pasa en la pantalla. Y la vida carece de horizontes, de campos y montes, de lejanías y letanías. Todo suena cercano, y el destino nos ha adelantado siempre ya. Hablamos de lo vivido, y lo por vivir suena ingenuo.
Hablar de un sueño te convierte en un ser periférico. Hablar de un anhelo en un romántico. Esto no es un manifiesto. Es una descripción de hechos. Es un documental. Se documenta la falta de distancia… quizá el exceso de pretérito; lo periclitado, lo hecho hueso.
No es una película triste. No anuncia un final ni cierre definitivo. La esperanza habita en la voluntad que late todavía. Nos reconocemos en esa apertura al porvenir. Si por algún error alguien nos llamara románticos, lo preferimos antes de que nos llamen cínicos. Si por algún error alguien nos llamara ingenuos, lo preferimos antes que resabiados.
Con dieciocho queríamos ser adultos. Con treinta vimos que solo podíamos ser jóvenes. Nacimos tatuados con el sello de una tragedia sin guerra. Bajo la égida de otra decisión. Y aún así, decidimos seguir.